Cinco usos de su 'smartphone' que todavía no conocía

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Que se llamen teléfonos inteligentes no es una casualidad. Los cada vez más usados ‘smartphones’ son capaces de casi todo: desde permitir al usuario conectarse a Internet en cualquier parte hasta abrir la puerta de su habitación de hotel.


A pesar de que cada vez más españoles se compran un 'smartphone' la mayoría ni se imagina las posibilidades que ofrece. La culpa de gran parte de estas utilidades la tienen las miles de aplicaciones que triunfan en las AppStore o AppMarket y que permiten desde jugar una partida de Ajedrez hasta conseguir importantes descuentos sólo por confirmar el punto exacto en el que se encuentra el usuario (también llamado hacer ‘check in’).

Entre las utilidades más innovadoras o prácticas de los smartphones hay cinco especialmente atractivas:
1. Abrir y cerrar puertas con el móvil
Ni llaves ni tarjetas. Esta es la filosofía de empresas como Assa Abloy u OpenWays que gracias a la tecnología NFC (Near Field Communication) han puesto en marcha un sistema para abrir la puerta del cuarto del hotel mediante el 'smartphone'. Gracias a esta nueva funcionalidad para el teléfono, el huésped puede registrarse y acceder a su habitación sin pasar por recepción. El usuario confirma su llegada al hotel mediante el teléfono y a partir de ese momento podrá abrir la puerta de su cuarto como si de un mando a distancia se tratara (funciona a unos 10 centímetros).

Una tecnología interesante que podría empezar a aplicarse también en casas y oficinas.

2.Móvil para todo en el aeropuerto
Si viaja a menudo puede que ya haya visto o probado la posibilidad de adquirir su tarjeta de embarque directamente en el propio móvil. Cada vez más aerolíneas están optando por este nuevo sistema que permite utilizar los teléfonos de los viajeros como una tarjeta de embarque digital que se reproduce en el móvil y que puede escanearse antes de subir al avión.

British Airways, KLM, Iberia o Spanair son algunas de las compañías que permiten este servicio, que todavía está en fase de prueba y mejora. Con Spanair, por ejemplo, el procedimiento inicial era realizar la facturación desde el teléfono para recibir un código con el que conseguir el documento impreso para poder embarcar. Iberia ya ha dado un paso más y se salta el proceso de impresión, el propio móvil pasa por el escáner a la hora de embarcar.

3.Los “conocidos” códigos BiDi
Puede que leyendo una revista, esperando al autobús o en algún anuncio haya visto unos códigos formados por cuadrados similares a un código de barras. Se trata de los códigos BiDi, un sistema de cifrado que desde hace unos años, sin hacer demasiado ruido, se han implantado en España como nuevo método publicitario o para ofrecer a los usuarios contenidos o informaciones adicionales.

Para el funcionamiento de dichos códigos es necesario contar con una determinada aplicación en el móvil. Una vez que el usuario cuenta con esa aplicación sólo tendrá que fotografiar el código que desee, por ejemplo en la página de una revista para acceder a contenidos adicionales de una entrevista o en la marquesina de un autobús para conocer la nueva campaña publicitaria de determinada marca.

En España su uso se ha centrado fundamentalmente en la publicidad. Movistar fue la pionera y lo ha ofrecido al usuario como una nueva forma de navegar por Internet: “basta con que apuntes al bidi con la cámara del móvil y el terminal hará automáticamente todo lo demás. Puedes encontrarte bidis casi en cualquier parte: en revistas, carteles, paradas de autobús o incluso en páginas de Internet. Caza los bidis e interactúa con / conecta con el mundo que te rodea”, describe en su web. Para ello es necesario descargarse una aplicación concreta.

La realidad es que algunas marcas han preferido su empleo en campañas publicitarias para atraer la atención de los consumidores con una nueva forma de interacción.

4.Sin tarjetas de crédito o débito
Una de las tecnologías que comienzan a coger fuerza en el sector de los 'smartphones' es el telepago. La posibilidad de emplear el teléfono móvil como forma de pago en vez de las tradicionales tarjetas es ya una realidad en la que empresas como Visa o Mastercard.

El funcionamiento de este sistema resulta más práctico y seguro para el usuario, pues el cliente introduce el número PIN en el terminal propio en vez de entregar la tarjeta y la documentación al comercio o servicio utilizado, aunque por el momento y pese a que se augura que en 2011 llegue su momento de éxito, no es una práctica bien acogida por la mayoría de los europeos.

Aunque en nuestro país todavía no ha conseguido despegar, la empresa Mobipay realizó algunas experiencias piloto como el pago de los taxis en Madrid y el de los autobuses municipales en Málaga.

5.De compras siempre con el teléfono
El llamado ‘check in’ se ha convertido en una práctica habitual para millones de usuarios de aplicaciones como Foursquare, una red social basada en la geolocalización. Gracias al dispositivo móvil los usuarios de Foursquare pueden confirmar dónde se encuentran en cada momento y convertirlo en un juego al ganar determinadas insignias que les permiten adquirir categoría y reconocimiento dentro de la red.

Usando este mismo concepto pero con un nuevo sistema que permite localizar al propietario del teléfono en lugares donde el GPS no llega, aplicaciones como 'ShopKick' utilizan la geolocalización en el interior de comercios para beneficiar al usuario con jugosos descuentos y ofertas especiales en dicha tienda. El procedimiento es fácil: el usuario debe hacer ‘check in’ cuando se encuentra en algunas de las tiendas asociadas a ‘ShopKick’, tales como Macy’s o BestBuy (por el momento en Estados Unidos). La aplicación decodifica la señal y ShopKick calcula dónde está el usuario, y le entrega algún tipo de recompensa o premio. La recompensa puede ser un crédito de 50 “Kickbucks”, para realizar compras en dicha tienda o un código de descuento de un producto en particular.

El ‘check in’ se convierte de esta forma en una práctica útil tanto para el usuario como para el comerciante. El comprador consigue descuentos y un nuevo tipo de interactividad mientras el comercio adquiere información muy útil sobre la gente que visita su tienda.

Fuente: Expansion

Se cumplen tres años de gestión de Cristina Fernández de Kirchner

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La reestatización del sistema jubilatorio y de Aerolíneas Argentinas, la Asignación Universal por Hijo, la Ley de Medios y el matrimonio igualitario marcaron el rumbo de una administración con consenso. Su imagen positiva aumentó el las últimas encuesta.

Creemos firmemente en los proyectos políticos y en superar las individualidades.” Hoy se cumplen tres años de aquella frase, una de las primeras de Cristina Fernández en el discurso de asunción del lunes 10 de diciembre de 2007, luego de recibir el bastón de mando de manos de su marido Néstor Kirchner.


Frente a la Asamblea Legislativa, la flamante primera mujer electa como presidenta de la Argentina amagó con lágrimas de emoción, pero logró imponer una sonrisa. La “pesada herencia” de la que los analistas siempre hablan en momentos de recambios presidenciales no podía ser una excusa.

Ese año, el PBI del país creció a una tasa anual del 8,8% y “el modelo” que había iniciado el gobierno del ex presidente Kirchner en 2003 se consolidaba. La promesa de Cristina fue “profundizar” el rumbo iniciado cuatro años antes para salir de la crisis que provocó el fracaso de la convertibilidad como ícono del neoliberalismo en la Argentina.

A poco de asumir, la presidenta enfrentó su primera dificultad. El 10 de marzo, tres meses después de recibir la investidura, el Ministerio de Economía lanzó la Resolución 125 que incrementaba en seis puntos los derechos de exportación de la soja. La reacción de las cámaras patronales agropecuarias llegó al punto de proponer la destitución de la presidenta. El conflicto, que duró 129 días y concentró la agenda política, finalizó el 18 de julio de 2008, cuando se firmó el decreto que derogó la resolución firmada por el ex ministro de Economía Martín Lousteau.

La disputa por los derechos de exportación se cargó al propio Loustou y al entonces jefe de Gabinete Alberto Fernández. Pero además, provocó una situación sin retorno con el vicepresidente Julio Cobos.

El 17 de julio de 2008, la presidenta anunció la nacionalización de Aerolíneas Argentinas que fue vendida en 1990 por el gobierno de Carlos Menem al consorcio español Iberia. La línea aérea de bandera fue desmantelada y estuvo a punto de desaparecer. Desde entonces, la empresa, que corrió el riesgo de perder todos sus aviones, incorporó aeronaves y recuperó su capacidad operativa, y rutas y destinos que había perdido en los años de gestión privada.

Otra decisión de peso durante 2008 fue la eliminación del sistema privado de jubilaciones y pensiones. El 21 de octubre, la presidenta anunció que elevaba un proyecto al Congreso Nacional para eliminar la reforma previsional votada en 1993 que terminó por desfinanciar al Estado y permitió a los bancos realizar fenomenales negocios con los aportes de los trabajadores activos. Un año más tarde, la presidenta anunció un nuevo esquema de movilidad para los más de 5 millones de pasivos.

El sistema implicaba el incremento de los haberes en los meses de marzo y septiembre de cada año. Otro de los anuncios de la “gestión Cristina” durante 2009 fue la Asignación Universal por Hijo (AUH) que incluyó a miles de niños y jóvenes en la asistencia del Estado.

Según datos provisorios del Ministerio de Educación, hizo aumentar la matrícula en las escuelas primarias de todo el país en un 25%. Otro frente de conflicto con los grupos de poder se abrió cuando en marzo del año pasado, la presidenta presentó en el Teatro Argentino de La Plata el anteproyecto de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que remplazó al viejo decreto-ley de Radiodifusión firmado por el ex dictador Jorge Rafael Videla y modificado por los sucesivos gobiernos democráticos.

El Grupo Clarín y los diputados opositores encabezaron la oposición a la democratización de los medios votada por el Congreso en octubre de 2010. En plena discusión por la Ley de Medios de la Democracia, el gobierno dobló la apuesta y quitó el monopolio de la transmisión de los partidos de primera división. Nacía Fútbol para Todos que permitió a todos los canales de televisión emitir los encuentros.

Fuente: DiarioPanorama

“Le voy a recetar un mensaje SMS cada 8 horas”

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La operadora de telecomunicaciones Orange ha ideado una original estrategia comercial para lograr el éxito en el segmento de los teléfonos móviles para personas mayores, un mercado muy importante y, sobre todo, creciente, dado el envejecimiento de la población.


La operadora de telecomunicaciones Orange ha ideado una original estrategia comercial para lograr el éxito en el segmento de los teléfonos móviles para personas mayores, un mercado muy importante y, sobre todo, creciente, dado el envejecimiento de la población. De hecho, en España, existen más de diez millones de personas –el 22% de la población– con más de 60 años y la cifra se incrementará en 750.000 más hasta 2014.

Orange ha decidido desembarcar en este sector con un móvil específico, denominado Esencial y fabricado por la china ZTE, que será vendido exclusivamente en farmacias por 39 euros, en un pack que incluye 12 euros de saldo. Esencial tiene un teclado de gran tamaño, radio FM, linterna y un botón de emergencia que permite alertar automáticamente mediante llamadas y SMS a familiares y el servicio 112.

Orange ha llegado ya a acuerdos con distribuidoras especializadas para este canal como Livendia (la marca de Logista Dis) y Markefarm (Alliance Healthcare) y su objetivo a medio plazo es llegar aproximadamente a 6.000 de las 20.000 oficinas de farmacia que existen en España. Los mayores son los que menos utilizan las nuevas tecnologías ya que un 46% de este segmento de la población declara que no utiliza dispositivos electrónicos por “inseguridad o desconocimiento” de sus ventajas.

Orange espera que el uso de las farmacias facilite la compra, al tratarse de un canal en el que el segmento de mayores se siente seguro. El potencial de este mercado ha hecho que muchos de los fabricantes de móviles tengan dispositivos especiales para este colectivo y que incluso existan dos fabricantes, la sueca Doro y la austríaca Emporia, especializados en este tipo de móviles.

En España, los dos grandes rivales de Orange, Movistar y Vodafone, también disponen de productos específicos. Vodafone vende el modelo Auro que es compatible con audífonos.

Fuente: Expansion

Xavi, Iniesta y Messi: las diferencias salariales de un 'Balón de Oro'

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El próximo 10 de enero el planeta fútbol seguirá con atención la entrega del trofeo al mejor jugador del mundo. Los tres aspirantes de este año al 'Balón de Oro' comparten vestuario en el Camp Nou y proceden de la misma cantera: La Massía.

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Las mismas Copas de Europa, similares títulos de Liga... La principal diferencia entre Andrés Iniesta, Xavi Hernández y Leo Messi radica en los trofeos que cada uno ha conquistado con su selección y en los ingresos que se embolsan anualmente.


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Sus compañeros y rivales por el galardón, Xavi y Messi, sí han completado un gran año, culminado, en el caso del español, con la consecución de la Copa del Mundo. La regularidad de ambos sobre el terreno de juego y su papel en el campo, clave en la mayoría de los partidos, ha provocado la división de los aficionados, que consideran justa la nominación de Iniesta pero no creen que el albaceteño deba llevarse el galardón y abogan por entregárselo al futbolista catalán.

En cualquier caso es evidente que los tres van muy igualados en la carrera por hacerse con el 'Balón de Oro'. Una igualdad que se convierte en distancia prácticamente insalvable si lo que se compara es la nómina de los futbolistas. Si bien es cierto que gozan de sueldos millonarios, Iniesta es el menos remunerado y ni siquiera aparece en el ránking de los 20 futbolistas mejor pagados que elaboró la revista France Football en el mes de marzo.

Los 5 millones de euros anuales que se embolsa aproximadamente el jugador albaceteño le dejan fuera de esta exclusiva lista y confirman que en el mundo del fútbol profesional ser considerado uno de los mejores del planeta no asegura que tu nómina sea también de las mejores.

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El primer puesto del ránking es para Messi, que justifica los 30 millones de euros que se embolsa al año con la posibilidad de revalidar el trofeo al mejor jugador del mundo. En 2009 el argentino se llevó el galardón, al que también optaban sus dos compañeros en Can Barça, Iniesta y Xavi. En el caso del futbolista de Tarrasa, los 11 millones de euros anuales que gana le sitúan en el puesto número 18 del ránking de mejor pagados del rotativo galo.


Video: Nominados al Balón de Oro 2010: Xavi, Iniesta y Messi.




Video: Tres "blaugranas" candidatos al Balón de Oro 2010 - FIFA.


Por fin, Vargas Llosa

"En tiempos narcisistas, él es un ejemplo y un indicador de hacia donde va el mundo", dijo el académico sueco que presentó el Nobel de Mario Vargas Llosa. Después, llegaron unas palabras de cortesía en español, Vargas Llosa se puso en pie... y un segundo para siempre. Mario Vargas Llosa ya está en el podio de los más grandes o de, al menos, algunos de los más grandes, que ya sabemos que Vargas Llosa dijo en su discurso del miércoles que, si pudiera, volvería atrás en el tiempo le daría el Nobel a Jorge Luis Borges.

"Usted ha encapsulado la historia de la sociedad del siglo XX en una burbuja de imaginación", explicó el introductor del Nobel de Literatura. "Ésta se ha mantenido flotando en el aire durante cincuenta años y todavía reluce. La Academia sueca le felicita. ¡Acérquese y reciba el premio Nobel de literatura de este año de la mano de su Majestad el Rey!".

"La escritura de Mario Vargas Llosa", ha proseguido el académico, "ha moldeado nuestra imagen de Sudamérica y tiene su propio capítulo en la historia de la literatura contemporánea. En estos años, ha sido un renovador de la novela; hoy un poeta de tintes épicos no sólo de alcance Latinoamericano. Su amplio abrazo abarca todos los géneros literarios".

Vargas Llosa termina así los dos meses más difíciles de su vida, como mínimo, desde que fue candidato a la presidencia de Perú. Ahora, con un poco de suerte, volverán a dejarle escribir a primera hora.

Fuente: ElMundo

Celebra Nelly Furtado sus 10 años en la música

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Diez años después, Furtado, ahora con el control total de su carrera.

Nueva York, EU.- Cuando Nelly Furtado lanzó su primer álbum en el 2000, tuvo que luchar. ­Y cuánto! ``Tuve que pelear con muchos, muchos editores de revistas y directores de arte y estilistas``, dijo Furtado en una entrevista reciente.

La cantante recordó haber tomado una posición para mostrar su creatividad visual cuando estaba filmando el video musical de su primera canción, el éxito pop ``I`m Like a Bird``.

``Peleé para usar esas zapatillas Adidas y el cabello hacia atrás y esas argollas (aretes) y jeans grandes... Tuve que pelear por todo eso``, dijo.

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Diez años después, Furtado, ahora con el control total de su carrera, celebra con una compilación de éxitos titulada ``The Best of Nelly Furtado``, que salió al mercado el mes pasado.

Furtado dijo que la clave de su éxito fue encontrar un mánager que no coartara su libertad artística.

``Cuando buscamos un contrato discográfico, acudimos a todas estas reuniones y mis fotos eran esas tiras de fotos que uno se saca en la cabina fotográfica de un centro comercial, con la ropa que yo quería usar``, relató. ``Uno tiene que crear una imagen propia y usar lo que uno quiere y sentirse como uno quiere porque la gente te está viendo por primera vez``.

La cantante de 32 años, quien ha grabado tres exitosos discos en inglés, lanzó el año pasado el álbum en español ``Mi plan``, con el que recientemente ganó el Latin Grammy al mejor álbum vocal pop femenino. También ha ganado un Grammy, a la mejor interpretación vocal pop femenina en el 2001, por ``I`m Like a Bird``.

Furtado dijo que hoy en día son muchos los aspirantes a músicos que quieren ser famosos sin esforzarse.

``Creo que ahora todo el mundo siente que puede convertirse en una estrella sólo porque está en YouTube, pero esa no es la única parte de la ecuación``, advirtió. ``Esto conlleva mucho trabajo duro y si uno no tiene las herramientas, el reto será después mayor``.

Su consejo para quienes quieren ser cantantes: escriban sus propias canciones.

``Aun si terminan no usándolas, eso los pondrá en contacto con lo que quieren decir con el tipo de artistas que son``, explicó.

La cantautora canadiense de origen portugués también trabaja en una nueva producción titulada ``Lifestyle``.

El álbum será producido principalmente por Salaam Remi, conocido por su trabajo con Nas, Amy Winehouse y Jasmine Sullivan, y quien produjo el primer sencillo del ``Best of`` de Furtado, ``Night Is Young``.

Fuente: Vanguardia

Sony propone un televisor con la PS2 integrada

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La consola de videojuegos llegó a Europa hace 10 años

Sony propone una curiosa combinación. Un televisor que lleva integrada la consola de videojuegos Playstation 2. Lanzada en noviembre de 2000 en Europa, la consola mantiene una cuota de popularidad, particularmente en Japón. Ahora el mismo fabricante del aparato la integra en un modelo de televisión Bravia, con pantalla LCD de 22 pulgadas.

El televisor dispone de entrada para ordenador, puertos USB y Ethernet y es de alta definición. Detalle que no es necesario para esta consola que no está preparada para la misma.

De momento saldrá en el mercado británico a un precio que ronda los 235 euros. No se descarta que más tarde llegue a otros mercados.

Fuente: ElPais

Chávez amenaza con expropiar bancos


El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, amenazó el martes con expropiar los bancos que bloqueen la aprobación de hipotecas a personas afectadas por irregularidades inmobiliarias. "El banco que se resbale, ustedes díganmelo, me lo demuestran porque lo voy a expropiar; sea Banesco, Provincial, el Nacional de Crédito, el que sea", dijo Chávez durante un acto en Fuerte Tiuna, informa El Universal.

El Banco Provincial es filial del BBVA, aunque las declaraciones no parecen indicar una amenaza específica contra esa entidad, sino una genérica de las que son habituales en Chávez.



Fuente: ElPais

El Nobel que lloró y que hizo llorar

El discurso de Vargas Llosa quebró su voz y provocó las lágrimas en sus allegados - El escritor evocó las palabras de su esposa: "Para lo único que sirves es para escribir"

Mario Vargas Llosa convirtió una carta de batalla sobre su vida en un discurso emocionante que les llevó a las lágrimas a él; a su mujer, Patricia; a sus hijos; a los amigos que le acompañan en Estocolmo y a su agente, Carmen Balcells, que lleva sus asuntos desde hace medio siglo.

El Nobel fue el primero que lloró, y ya, en el folio décimo de su discurso, el auditorio le siguió; lo que hasta entonces era el recuento combativo de toda una vida se tiñó de una emoción de cuya intensidad él mismo se sorprendió. "¡Y yo que nunca lloro!", nos dijo, al bajar del atril.

La emoción del Nobel prorrumpió cuando dijo estas palabras en el tramo final de su discurso: "El Perú es Patricia, la prima de nariz respingada y carácter indomable...". A partir de "indomable", Vargas no se pudo contener, así que fue leyendo a trompicones, entre lágrimas e hipidos, hasta que alcanzó la cuesta final de este párrafo que convierte su discurso en algo especial, no tan frecuente en ocasiones así.

"Ella hace todo y todo lo hace bien", dijo, a duras penas, "administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: 'Mario, para lo único que tú sirves es para escribir".

Ese párrafo que ahora será tan famoso como algunos de sus mejores escritos despertó en Patricia, y en toda su familia, y en los que estaban alrededor, una emoción extraordinaria, pero en ella, además, acabó una extrañeza: "¿Por qué Mario no me deja leer su discurso?", había preguntado. Lo había leído Álvaro, el hijo mayor, y hubo una versión que leyó Gonzalo, el hijo siguiente, y no se sabe si Morgana, la menor, lo leyó también. Pero a Patricia, su marido le prohibió leerlo, "y eso produjo una cierta reyerta familiar en la casa".

"Ahora ya mi madre sabe por qué mi padre no quiso que lo leyera", dijo Álvaro. Para éste, "este es el espejo de su alma, la esencia de Mario Vargas Llosa, el reflejo de su pensamiento ético y sentimental". Se le ha visto mucho en público, toda su vida, pero, como dice el hijo, "aquí se entregó, y es bonito que lo haya hecho al borde de los 75 años".

La madre estaba "conmovida hasta los huesos"; ahora ya sabe por qué para ella también era un discurso secreto hasta que lo empezó a pronunciar. Antes de que empezara a leer, Carmen Balcells, que se emociona cuando le tocan de cerca, nos había dicho: "Si no lloro, me echa", porque era evidente que la nombraría.

Pero esta vez la agente, sentada en primera fila, en su silla de ruedas, temblando como una Magdalena, rodeada de los parientes de Mario, lloró sobre todo cuando ese párrafo empezó a hacer llorar a su propio autor. Luego nos dijo: "Es la mejor manera de acabar mi vida de agente". Ella es así también cuando exagera, dijo alguien, mientras Carmen Balcells seguía bañada en lágrimas.

Un compañero de pupitre (carpeta, dicen en Perú) de la adolescencia de Mario Vargas Llosa en Lima, el escritor José-Miguel Oviedo, nos dijo: "Es el discurso. Le he escuchado hablar de política, de literatura, de la vida, y jamás le había escuchado una pieza tan perfecta. Y tan emocionante. Yo también he llorado, cómo no".

Lloró todo el mundo. Su traductor al sueco también. Nos dijo Peter Landelius: "Emocionante y cristalino, profundamente humano y político en el mejor sentido de la palabra. Cuando lo traduje no esperaba que él mismo llorara, pero lo comprendo perfectamente".

El secretario perpetuo de la Academia Sueca, Peter Englund, nos confirmaba la noticia del día: Vargas Llosa era el primer Nobel que lloraba en Estocolmo. El discurso cubrió la política, los nacionalismos (en contra), su evolución del marxismo a la democracia liberal, su desencanto con la revolución en Cuba, su intento de llegar a la presidencia de Perú, su niñez, el descubrimiento de la lectura ("la cosa más importante que me ha pasado en la vida"), el descubrimiento del padre... Hasta entonces fue una combinación de libros y vida; cuando asomó su entraña (su "buena entraña") como dice él se le inundaron los ojos de lágrimas y la gente se dispuso a recordar otro discurso. El del amor de Mario Vargas Llosa por la gente que le ha permitido ser el escritor que ha ganado el Nobel.

Fuente: ElPais

Sarkozy: la liberación de Betancourt a cualquier precio

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El presidente francés estaba dispuesto a pagar rescate y a reunirse con el jefe de las FARC para recuperar a la rehén

La liberación de Ingrid Betancourt obsesionó tanto al presidente francés, Nicolas Sarkozy, que estaba dispuesto a conseguirla previo pago de rescate. Sarkozy gestionó la intervención del entonces presidente de EE UU George Bush ante el Gobierno colombiano, y ponderó reunirse con Manuel Marulanda, Tirofijo, jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). También sugirió intercambiar a la rehén franco colombiana por otro de esa guerrilla -Simón Trinidad-, encarcelado en EE UU.

Esa fue, al menos, la información enviada a Washington por sus embajadas en Bogotá y París. Marulanda falleció en marzo de 2008, cuatro meses antes de que Colombia rescatara a Betancourt en una operación que puso fin a las triangulaciones y maniobras diplomáticas desarrolladas hasta ese momento por Francia, España y Suiza, entre otras naciones, para conseguir la liberación de la ex candidata presidencial colombiana, según los cables diplomáticos.

Durante un almuerzo con su colega norteamericano en París, hace dos años, el embajador de Bogotá, Fernando Cepeda, atribuyó la obsesión de Sarkozy por Ingrid Betancourt a su enemistad con el ex primer ministro Dominique de Villepin, muy amigo de la secuestrada desde sus tiempos de estudiante en la capital francesa. El objetivo de Sarkozy sería demostrar que él "podría conseguir lo que Villepin (después de tremendos esfuerzos) no pudo", según un cable. La embajada norteamericana coincide con esa apreciación.

La obsesión del gobernante, que promovió la mediación de Hugo Chávez, llegó a tal extremo que, de acuerdo con un despacho que cita como fuente al entonces encargado de negocios español, Pablo Gómez de Olea, los franceses "están preparados para actuar sin la autorización o conocimiento del Gobierno de Colombia".

"Dice (Olea) que los franceses pagarían gustosamente por la liberación de Betancourt y aceptarían promover la eliminación de las FARC de la lista de organizaciones terroristas". Los franceses pusieron a España en la disyuntiva de apoyar a Francia o a Colombia, según Olea. "Nos dijo que los suizos eran más moderados que los franceses, pero que también eran capaces de actuar sin el consentimiento del Gobierno colombiano".

La influencia de Bush
El asesor para asuntos americanos del Elíseo, Damien Loras, reconocía además que Sarkozy pensaba pedir la mediación del presidente George Bush. "Le pedirá que use su influencia para convencer a Uribe de que ceda espacio a Francia a fin de que trabaje en la liberación de los rehenes".

Las concesiones promovidas por París fueron de envergadura. Sus emisarios pidieron a Uribe que liberara a 200 presos de las FARC para activar las negociaciones hacia la liberación de Betancourt, según los informes diplomáticos. Durante su reunión con funcionarios norteamericanos en París, el consejero del Ministerio de Exteriores francés para Asuntos Americanos y Asiáticos, Evan Nguyen Binh, preguntó si Estados Unidos estaría dispuesto a liberar a Simón Trinidad, el cerebro financiero de las FARC, extraditado de Colombia a EE UU en el 2005, supuestamente a cambio de Betancourt. La embajada "rechazó inequívocamente esta sugerencia", subraya un cable fechado el 19 de septiembre del 2007.

No terminó ahí el atrevimiento de París. Según el Comisionado Colombiano para la Paz, Luis Carlos Restrepo, el entonces ministro francés de Exteriores, Bernard Kouchner, propuso a Uribe, en dos ocasiones, incluir a Venezuela en un grupo de países encargado de gestionar el intercambio de rehenes, pero el presidente colombiano rechazó la propuesta.

Tres meses antes de la liberación de Betancourt, en abril del 2008, el entonces comandante de las Fuerzas Armadas de Colombia, general Freddy Padilla de León, comunicó al embajador estadounidense, que el Gobierno de Uribe no se opondría a una "operación humanitaria" de Francia destinada a conseguir la puesta en libertad de la rehén, supuestamente muy enferma. Aunque Padilla descartaba que los franceses pudieran tener acceso a Betancourt, dijo que el Gobierno de Colombia iba a facilitar la operación para evitar que se le culpara de su eventual fracaso.

Uribe "aceptó dejar que Francia utilizara pistas de aterrizaje colombianas, sobrevolara las zonas que quisieran y asistirla en cualquier otra medida tendente a conseguir la liberación de Ingrid Betancourt" No autorizaría, sin embargo, el uso de helicópteros venezolanos y la entrada de Chávez en la operación. La operación no se llevó a cabo.

¿Por qué Uribe perdió la confianza en Chávez? De acuerdo con el comisionado Restrepo, el presidente venezolano la perdió al no respetar las reglas establecidas por el presidente Uribe para permitir su presencia en la negociación de un acuerdo humanitario con las FARC. Chávez reveló conversaciones confidenciales con Uribe, violó la "jerarquía institucional colombiana" al hablar directamente con el general Mario Montoya y "trató de marginar al Gobierno de Colombia al preparar reuniones en Caracas con una serie de políticos colombianos, entre ellos el ex presidente Ernesto Samper", de acuerdo con otro despacho enviado a Washington.

Fuente: ElPais

Video: Patos arrastrados por el viento



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La obras literarias de Mario Vargas Llosa - Premio Nobel Literatura 2010

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Mario Vargas Llosa ha sido galardonado con el premio Nobel de Literatura de 2010.

Las siguientes obras forman parte de su intensa producción literaria:

La huída del Inca, pieza de teatro (1952)
El desafío, relato (1957)
Los jefes, colección de cuentos (1959)
La ciudad y los perros, novela (1963)
La casa verde, novela (1966)
Los cachorros, relato (1967)
Conversación en La Catedral, novela (1969)
Carta de batalla por Tirant lo Blanc, prólogo a la novela de Joanot Martorell (1969)
Historia secreta de una novela, ensayo (1969)
García Márquez: historia de un deicidio, ensayo literario (1971)
Pantaleón y las visitadoras, novela (1973)
La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary, ensayo literario (1975)
La tía Julia y el escribidor, novela (1977)
La señorita de Tacna, teatro (1981)
La guerra del fin del mundo, novela (1981)
Entre Sartre y Camus, ensayos (1981)
Kathie y el hipopótamo, teatro (1983)
Contra viento y marea, ensayos políticos y literarios (1983)
Historia de Mayta, novela (1984)
La suntuosa abundancia, ensayo sobre Fernando Botero (1984)
Contra viento y marea, volúmenes I (1962-1972) y II (1972-1983), (1986)
La Chunga, teatro (1986)
¿Quién mató a Palomino Molero?, novela policial (1986)
El hablador, novela (1987)
Elogio de la madrastra, novela (1988)
Contra viento y marea, volumen III (1983-1990), (1990)
La verdad de las mentiras, ensayos literarios (1990)
A Writer's Reality, colección de conferencias dictadas en la Universidad de Siracusa (1991)
Un hombre triste y feroz, ensayo sobre George Grosz (1992)
El pez en el agua, memorias (1993)
El loco de los balcones, teatro (1993)
Lituma en los Andes, novela (1993)
Desafíos a la libertad, ensayos sobre la cultura de la libertad (1994)
Ojos bonitos, cuadros feos, obra dramática para radio (1994)
La utopía arcaica, José María Arguedas y las ficciones del indigenismo, ensayo (1996)
Making Waves, selección de ensayos de Contra viento y marea, publicado sólo en inglés (1996)
Los cuadernos de don Rigoberto, novela (1997)
Cartas a un joven novelista, ensayo literario (1997)
La fiesta del Chivo, novela (2000)
Nationalismus als neue Bedrohung, selección de ensayos políticos, publicado sólo en alemán (2000)
El lenguaje de la pasión, selección de artículos de la serie Piedra de toque (2001)
El paraíso en la otra esquina, novela (2003)
Diario de Irak, selección de artículos sobre la guerra en Irak (2003)
La tentación de lo imposible, ensayo sobre Los Miserables de Victor Hugo (2004)
Un demi-siècle avec Borges, entrevista y ensayos sobre Borges, publicado sólo en francés (2004)
Mario Vargas Llosa. Obras Completas, Vol. III Novelas y Teatro (1981-1986), (2005)
Dictionnaire amoureux de l?Amérique latine, ensayos publicado solo en francés, (2005)
Israel/Palestina. Paz o guerra santa, recopilación de artículos, (2006)
Travesuras de la niña mala, novela, (2006)
Odiseo y Penélope, teatro (2007) y Diálogo de damas, poemas relacionados con las esculturas de Manolo Valdés, Aeropuerto Barajas de Madrid (2007).

Sus obras han sido traducidos al francés, italiano, portugués, catalán, inglés, alemán, holandés, polaco, rumano, húngaro, búlgaro, checo, ruso, lituano, estonio, eslovaco, ucraniano, esloveno, croata, sueco, noruego, danés, finlandés, islandés, griego, hebreo, turco, árabe, japonés, chino, coreano, malayo y cingalés.

Fuente: ElMundo


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Claves para ser un CEO conectado

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Para ser el mejor CEO además de ser un buen estratega y contar con una buena dosis del liderazgo, una de las opciones más satisfactorias es saber conectar con la plantilla, conocer las inquietudes de los profesionales y establecer una comunicación fluida con ellos. Aprender a manejar el arte de conversar y saber sacar partido de las redes sociales son los caminos para ser un CEO social.

Sólo el 14% de los estadounidenses tiene una visión positiva de los CEO. Si estos son los datos de un país donde la implantación de los social media nos saca varios años de ventaja y la comunicación constituye la esencia del éxito de la organizaciones, es fácil imaginar que en España el resultado sería menos alentador. Según un informe que ha realizado Weber Shandwick sobre la actividad pública de los CEO de las 50 compañías más importante del mundo, los máximos responsables de las organizaciones son conscientes de la importancia de su rol en la comunicación y la reputación de una compañía, sin embargo, no le sacan suficiente partido a esta circunstancia.

¿Cuál es el problema? En un momento en el que las redes sociales lo inundan todo, ¿por qué no explotar esa herramienta de comunicación a su favor? ¿Cuáles son las claves para conseguir llegar a toda la plantilla sin perder la reputación? Dicho estudio revela que nueve de cada diez CEO (97%) utiliza los canales de comunicación externa tradicionales; y sólo un 36% colabora a través de las páginas web de sus empresas o en canales de medios sociales -un CEO social utiliza una media de 1,8 canales-.

El 64% no utiliza los medios de comunicación online. Rose de la Pascua, CEO de Weber Shandwick España, afirma que "con una media de 57 años, los CEO son reacios a los nuevos medios".

Y cuando se trata de su participación en las redes, un reducido 16% tiene perfil en alguna de las más populares: el 8% lo tiene en Twitter, el 4% en Facebook y, por último, el 4% opta por LinkedIn. Para Gustavo Entrala, fundador y director general de 101, “Twitter es un canal de liderazgo revolucionario. A través de este canal un CEO puede comunicar objetivos, estilo, motivaciones… es la herramienta más potente que tiene para dirigir un gran compañía”.

Los errores más comunes son no aceptar las críticas y defender tu discurso, en vez de mantener el diálogo y la conversación
Sin embargo, De la Pascua señala que "estar presente o no en determinados foros depende del carácter y sector de la compañía. Evidentemente, una compañía de gran consumo tiene que estar presente en Facebook y Twitter, por ejemplo, pero puede ser suficiente para un negocio B2B tener una presencia adecuada en LinkedIn. En el caso de los CEO, su presencia social ha de medirse a través de la tipología de sus diferentes stakeholders".

¿Cómo socializar al CEO?
Entrala explica que los CEO deben contemplar los medios sociales desde dos ángulos complementarios: como una marca, “toda marca que quiera triunfar en el siglo XXI tiene que incorporar la marca personal de los líderes que la gestionan”; y tiene que pensar en la presencia y la personalidad de esa marca en los medios sociales.

Por estas razones señala que, antes de nada, hay que identificar los objetivos: ¿Hacia dónde va a la organización?, ¿cuáles son los objetivos estratégicos?, ¿qué papel debe tener el CEO en la comunicación de esa estrategia dentro y fuera de la empresa?
Una vez definidos estos objetivos el ‘jefe’ debe preguntarse cómo y hasta qué punto las redes sociales pueden ayudar a conseguir esos retos. El director general de 101 da las claves para ser un CEO social:
1. Ser buen comunicador.

2. Creer en el proyecto que se defiende.

3. Aceptar las críticas.

4. Asumir que en el mundo contemporáneo la imagen de una persona o de una marca no es tanto lo que nosotros digamos qué es, como lo que los demás dicen que somos.

El informe de Weber Shandwick señala seis reglas que un CEO debe seguir para mejorar su reputación social y su interactividad:
1. Identificar las mejores prácticas online de sus compañeros.

2. Empezar por los principios básicos (vídeos online, fotografías, etcétera).

3. Participar en los medios sociales. Conviene comenzar de forma interna, aunque hay que tener en cuenta que las comunicaciones a los empleados pueden traspasar las fronteras de la compañía.

4. Decidir el tiempo que se puede dedicar a ser social
5. Utilizar formas de expresión que capten la atención del público de interés, humanizando de esta manera la reputación de la empresa.

6. Aceptar el hecho de que ser social debe formar parte de su programa de gestión de la reputación corporativa.

En cualquier caso, no debe ser una acción en solitario, conviene buscar el asesoramiento externo para ganar en eficiencia. De la Pascua dice que "es una labor que compete directamente al DirCom, quien debe establecer las bases para imprimir una adecuada huella digital corporativa en la red, así como guiar al CEO a través de las buenas prácticas del sector.

Esto no es cuestión de actuar en solitario, sino de elaborar una estrategia adecuada". Entrala añade que "una empresa no puede ser social a golpe de talonario y de la noche a la mañana. Ser social requiere una inversión económica en formar y/o contratar profesionales que construyan el mensaje social de la compañía"

Superar los miedos
Como en muchas otras nuevas acciones, el miedo a lo desconocido puede paralizar la actividad social de cualquier CEO. Entrala lo identifica como la barrera más difícil que deben superar los máximos responsables de la organización y las marcas: “Ese miedo les paraliza y beneficia a sus competidores que sí que están utilizando los social media como ventaja competitiva”.

Señala también otro factor que puede tener un impacto negativo en esta evolución 2.0: el cortoplacismo. El éxito inmediato no existe en las redes sociales.

“Como no conseguimos 100.000 usuarios que nos sigan durante la primera semana y además tenemos críticas, decidimos cerrar el ‘chiringuito social’”, afirma Entrala, quien concluye con una recomendación muy válida que demuestra que, en las redes sociales, aprender de los errores es una máxima:
“Los social media requiere aprender, probar, fallar y equivocarse para terminar acertando con el tono de comunicación adecuado. Los errores más comunes son no aceptar las críticas y defender tu discurso, en vez de mantener el diálogo y la conversación. También usar las redes sociales como un canal más de marketing, cuando la verdadera revolución de los social media es que son un medio excepcional de comunicación que nos conecta directamente con nuestros consumidores”.

Fuente: Expansion

Google paga 1.900 millones de dólares por el segundo edificio más grande de Nueva York

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Google pagará 1.900 millones de dólares (1.425 millones de euros) por un edificio de oficinas en el barrio neoyorquino de Chelsea, lo que supone el precio más alto pagado por un sólo inmueble en este país durante el último año.


Google ha firmado el contrato de compraventa del edificio de quince plantas en el que se encuentra la sede en la Costa Este de Estados Unidos del buscador de Internet más utilizado.

Ubicado en la Octava Avenida entre las calles 15 y 16 de Manhattan, cerca de donde también tiene sus oficinas la firma deportiva Nike, el inmueble ocupa una manzana entera y, pese a que no es muy alto, ofrece más espacio de oficinas que el propio Empire State Building.

La compra del inmueble que en su día fue sede la Autoridad Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey -tal y como aún se puede leer en la fachada del edificio en unas enormes letras doradas- se ha hecho a través de una subasta y, aunque aún no está completamente cerrada, la empresa quería sellar la operación antes de que acabara el año, por lo que ha entregado un cuantioso depósito.

Según los datos recabados por el diario The Wall Street Journal, una tercera parte del inmueble -que es propiedad de un grupo de entidades, entre ellas The New York State Common Retirement Fund, Jamestown y Taconic Investment Partners- está alquilada por firmas de telecomunicaciones y la propia Google ocupa 46.400 metros cuadrados del edificio, levantado en 1932.

Este acuerdo podría suponer la confirmación de que Google, que se fundó y tiene su sede principal en California, pretende expandir su actividad en Nueva York, donde ahora cuenta con cerca de dos mil empleados.

Recientemente la compañía donó un millón de dólares al "High Line", un novedoso parque que se ha habilitado sobre las vías elevadas de un antiguo tren que discurría por Manhattan de norte a sur y que pasaba cerca del inmueble. El lugar se ha convertido en un concurrido lugar de recreo y centro de atención turístico.

"Los empleados de Google en la ciudad se han apasionado con el 'High Line', y esa pasión es la que inspiró a la compañía a ofrecer este generoso regalo", explicaban el pasado noviembre los responsables del parque, ubicado en una zona de Manhattan conocida como Meatpacking, que está sufriendo una gran transformación en los últimos años.

Fuente: Expansion

Discurso completo de Mario Vargas Llosa - Premio Nobel de Literatura 2010

Mario Vargas Llosa: Elogio de la lectura y la ficción
Discurso Nobel
7 diciembre de 2010













Texto completo: Discurso de Mario Vargas Llosa - Premio Nobel de Literatura 2010.

Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d’Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas.

La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura. Mi madre me contó que las primeras cosas que escribí fueron continuaciones de las historias que leía pues me apenaba que se terminaran o quería enmendarles el final. Y acaso sea eso lo que me he pasado la vida haciendo sin saberlo: prolongando en el tiempo, mientras crecía, maduraba y envejecía, las historias que llenaron mi infancia de exaltación y de aventuras.

Me gustaría que mi madre estuviera aquí, ella que solía emocionarse y llorar leyendo los poemas de Amado Nervo y de Pablo Neruda, y también el abuelo Pedro, de gran nariz y calva reluciente, que celebraba mis versos, y el tío Lucho que tanto me animó a volcarme en cuerpo y alma a escribir aunque la literatura, en aquel tiempo y lugar, alimentara tan mal a sus cultores. Toda la vida he tenido a mi lado gentes así, que me querían y alentaban, y me contagiaban su fe cuando dudaba.

Gracias a ellos y, sin duda, también, a mi terquedad y algo de suerte, he podido dedicar buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero.

No era fácil escribir historias. Al volverse palabras, los proyectos se marchitaban en el papel y las ideas e imágenes desfallecían. ¿Cómo reanimarlos? Por fortuna, allí estaban los maestros para aprender de ellos y seguir su ejemplo. Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia. Faulkner, que es la forma –la escritura y la estructura– lo que engrandece o empobrece los temas.

Martorell, Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Conrad, Thomas Mann, que el número y la ambición son tan importantes en una novela como la destreza estilística y la estrategia narrativa. Sartre, que las palabras son actos y que una novela, una obra de teatro, un ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar el curso de la historia. Camus y Orwell, que una literatura desprovista de moral es inhumana y Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actualidad tanto como en el tiempo de los argonautas, la Odisea y la Ilíada.


Si convocara en este discurso a todos los escritores a los que debo algo o mucho sus sombras nos sumirían en la oscuridad. Son innumerables. Además de revelarme los secretos del oficio de contar, me hicieron explorar los abismos de lo humano, admirar sus hazañas y horrorizarme con sus desvaríos.

Fueron los amigos más serviciales, los animadores de mi vocación, en cuyos libros descubrí que, aun en las peores circunstancias, hay esperanzas y que vale la pena vivir, aunque fuera sólo porque sin la vida no podríamos leer ni fantasear historias.


Algunas veces me pregunté si en países como el mío, con escasos lectores y tantos pobres, analfabetos e injusticias, donde la cultura era privilegio de tan pocos, escribir no era un lujo solipsista. Pero estas dudas nunca asfixiaron mi vocación y seguí siempre escribiendo, incluso en aquellos períodos en que los trabajos alimenticios absorbían casi todo mi tiempo. Creo que hice lo justo, pues, si para que la literatura florezca en una sociedad fuera requisito alcanzar primero la alta cultura, la libertad, la prosperidad y la justicia, ella no hubiera existido nunca.

Por el contrario, gracias a la literatura, a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que inspiró, al desencanto de lo real con que volvemos del viaje a una bella fantasía, la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas. Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría.


Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida. Quien busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que debería ser mejor. Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola.
Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión.

Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense por qué todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes. Lo hacen porque saben el riesgo que corren dejando que la imaginación discurra por los libros, lo sediciosas que se vuelven las ficciones cuando el lector coteja la libertad que las hace posibles y que en ellas se ejerce, con el oscurantismo y el miedo que lo acechan en el mundo real.

Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana. Esa comprobación, si echa raíces en la sensibilidad y la conciencia, vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular, de aceptar las mentiras de quienes quisieran hacerles creer que, entre barrotes, inquisidores y carceleros viven más seguros y mejor.

La buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que nos separan. Cuando la gran ballena blanca sepulta al capitán Ahab en el mar, se encoge el corazón de los lectores idénticamente en Tokio, Lima o Tombuctú.

Cuando Emma Bovary se traga el arsénico, Anna Karenina se arroja al tren y Julián Sorel sube al patíbulo, y cuando, en El Sur, el urbano doctor Juan Dahlmann sale de aquella pulpería de la pampa a enfrentarse al cuchillo de un matón, o advertimos que todos los pobladores de Comala, el pueblo de Pedro Páramo, están muertos, el estremecimiento es semejante en el lector que adora a Buda, Confucio, Cristo, Alá o es un agnóstico, vista saco y corbata, chilaba, kimono o bombachas. La literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez.

Como todas las épocas han tenido sus espantos, la nuestra es la de los fanáticos, la de los terroristas suicidas, antigua especie convencida de que matando se gana el paraíso, que la sangre de los inocentes lava las afrentas colectivas, corrige las injusticias e impone la verdad sobre las falsas creencias. Innumerables víctimas son inmoladas cada día en diversos lugares del mundo por quienes se sienten poseedores de verdades absolutas. Creíamos que, con el desplome de los imperios totalitarios, la convivencia, la paz, el pluralismo, los derechos humanos, se impondrían y el mundo dejaría atrás los holocaustos, genocidios, invasiones y guerras de exterminio.

Nada de eso ha ocurrido. Nuevas formas de barbarie proliferan atizadas por el fanatismo y, con la multiplicación de armas de destrucción masiva, no se puede excluir que cualquier grupúsculo de enloquecidos redentores provoque un día un cataclismo nuclear. Hay que salirles al paso, enfrentarlos y derrotarlos.

No son muchos, aunque el estruendo de sus crímenes retumbe por todo el planeta y nos abrumen de horror las pesadillas que provocan. No debemos dejarnos intimidar por quienes quisieran arrebatarnos la libertad que hemos ido conquistando en la larga hazaña de la civilización.

Defendamos la democracia liberal, que, con todas sus limitaciones, sigue significando el pluralismo político, la convivencia, la tolerancia, los derechos humanos, el respeto a la crítica, la legalidad, las elecciones libres, la alternancia en el poder, todo aquello que nos ha ido sacando de la vida feral y acercándonos –aunque nunca llegaremos a alcanzarla– a la hermosa y perfecta vida que finge la literatura, aquella que sólo inventándola, escribiéndola y leyéndola podemos merecer. Enfrentándonos a los fanáticos homicidas defendemos nuestro derecho a soñar y a hacer nuestros sueños realidad.

En mi juventud, como muchos escritores de mi generación, fui marxista y creí que el socialismo sería el remedio para la explotación y las injusticias sociales que arreciaban en mi país, América Latina y el resto del Tercer Mundo.

Mi decepción del estatismo y el colectivismo y mi tránsito hacia el demócrata y el liberal que soy –que trato de ser– fue largo, difícil, y se llevó a cabo despacio y a raíz de episodios como la conversión de la Revolución Cubana, que me había entusiasmado al principio, al modelo autoritario y vertical de la Unión Soviética, el testimonio de los disidentes que conseguía escurrirse entre las alambradas del Gulag, la invasión de Checoeslovaquia por los países del Pacto de Varsovia, y gracias a pensadores como Raymond Aron, Jean-François Revel, Isaiah Berlin y Karl Popper, a quienes debo mi revalorización de la cultura democrática y de las sociedades abiertas.

Esos maestros fueron un ejemplo de lucidez y gallardía cuando la intelligentsia de Occidente parecía, por frivolidad u oportunismo, haber sucumbido al hechizo del socialismo soviético, o, peor todavía, al aquelarre sanguinario de la revolución cultural china.
De niño soñaba con llegar algún día a París porque, deslumbrado con la literatura francesa, creía que vivir allí y respirar el aire que respiraron Balzac, Stendhal, Baudelaire, Proust, me ayudaría a convertirme en un verdadero escritor, que si no salía del Perú sólo sería un seudo escritor de días domingos y feriados.

Y la verdad es que debo a Francia, a la cultura francesa, enseñanzas inolvidables, como que la literatura es tanto una vocación como una disciplina, un trabajo y una terquedad. Viví allí cuando Sartre y Camus estaban vivos y escribiendo, en los años de Ionesco, Beckett, Bataille y Cioran, del descubrimiento del teatro de Brecht y el cine de Ingmar Bergman, el TNP de Jean Vilar y el Odéon de Jean Louis Barrault, de la Nouvelle Vague y le Nouveau Roman y los discursos, bellísimas piezas literarias, de André Malraux, y, tal vez, el espectáculo más teatral de la Europa de aquel tiempo, las conferencias de prensa y los truenos olímpicos del general de Gaulle.

Pero, acaso, lo que más le agradezco a Francia sea el descubrimiento de América Latina. Allí aprendí que el Perú era parte de una vasta comunidad a la que hermanaban la historia, la geografía, la problemática social y política, una cierta manera de ser y la sabrosa lengua en que hablaba y escribía. Y que en esos mismos años producía una literatura novedosa y pujante. Allí leí a Borges, a Octavio Paz, Cortázar, García Márquez, Fuentes, Cabrera Infante, Rulfo, Onetti, Carpentier, Edwards, Donoso y muchos otros, cuyos escritos estaban revolucionando la narrativa en lengua española y gracias a los cuales Europa y buena parte del mundo descubrían que América Latina no era sólo el continente de los golpes de Estado, los caudillos de opereta, los guerrilleros barbudos y las maracas del mambo y el chachachá, sino también ideas, formas artísticas y fantasías literarias que trascendían lo pintoresco y hablaban un lenguaje universal.

De entonces a esta época, no sin tropiezos y resbalones, América Latina ha ido progresando, aunque, como decía el verso de César Vallejo, todavía Hay, hermanos, muchísimo que hacer. Padecemos menos dictaduras que antaño, sólo Cuba y su candidata a secundarla, Venezuela, y algunas seudodemocracias populistas y payasas, como las de Bolivia y Nicaragua.

Pero en el resto del continente, mal que mal, la democracia está funcionando, apoyada en amplios consensos populares, y, por primera vez en nuestra historia, tenemos una izquierda y una derecha que, como en Brasil, Chile, Uruguay, Perú, Colombia, República Dominicana, México y casi todo Centroamérica, respetan la legalidad, la libertad de crítica, las elecciones y la renovación en el poder. Ése es el buen camino y, si persevera en él, combate la insidiosa corrupción y sigue integrándose al mundo, América Latina dejará por fin de ser el continente del futuro y pasará a serlo del presente.

Nunca me he sentido un extranjero en Europa, ni, en verdad, en ninguna parte. En todos los lugares donde he vivido, en París, en Londres, en Barcelona, en Madrid, en Berlín, en Washington, Nueva York, Brasil o la República Dominicana, me sentí en mi casa. Siempre he hallado una querencia donde podía vivir en paz y trabajando, aprender cosas, alentar ilusiones, encontrar amigos, buenas lecturas y temas para escribir.

No me parece que haberme convertido, sin proponérmelo, en un ciudadano del mundo, haya debilitado eso que llaman “las raíces”, mis vínculos con mi propio país –lo que tampoco tendría mucha importancia–, porque, si así fuera, las experiencias peruanas no seguirían alimentándome como escritor y no asomarían siempre en mis historias, aun cuando éstas parezcan ocurrir muy lejos del Perú.

Creo que vivir tanto tiempo fuera del país donde nací ha fortalecido más bien aquellos vínculos, añadiéndoles una perspectiva más lúcida, y la nostalgia, que sabe diferenciar lo adjetivo y lo sustancial y mantiene reverberando los recuerdos. El amor al país en que uno nació no puede ser obligatorio, sino, al igual que cualquier otro amor, un movimiento espontáneo del corazón, como el que une a los amantes, a padres e hijos, a los amigos entre sí.

Al Perú yo lo llevo en las entrañas porque en él nací, crecí, me formé, y viví aquellas experiencias de niñez y juventud que modelaron mi personalidad, fraguaron mi vocación, y porque allí amé, odié, gocé, sufrí y soñé. Lo que en él ocurre me afecta más, me conmueve y exaspera más que lo que sucede en otras partes. No lo he buscado ni me lo he impuesto, simplemente es así.

Algunos compatriotas me acusaron de traidor y estuve a punto de perder la ciudadanía cuando, durante la última dictadura, pedí a los gobiernos democráticos del mundo que penalizaran al régimen con sanciones diplomáticas y económicas, como lo he hecho siempre con todas las dictaduras, de cualquier índole, la de Pinochet, la de Fidel Castro, la de los talibanes en Afganistán, la de los imanes de Irán, la del apartheid de Africa del Sur, la de los sátrapas uniformados de Birmania (hoy Myanmar).

Y lo volvería a hacer mañana si –el destino no lo quiera y los peruanos no lo permitan– el Perú fuera víctima una vez más de un golpe de estado que aniquilara nuestra frágil democracia. Aquella no fue la acción precipitada y pasional de un resentido, como escribieron algunos polígrafos acostumbrados a juzgar a los demás desde su propia pequeñez.

Fue un acto coherente con mi convicción de que una dictadura representa el mal absoluto para un país, una fuente de brutalidad y corrupción y de heridas profundas que tardan mucho en cerrar, envenenan su futuro y crean hábitos y prácticas malsanas que se prolongan a lo largo de las generaciones demorando la reconstrucción democrática. Por eso, las dictaduras deben ser combatidas sin contemplaciones, por todos los medios a nuestro alcance, incluidas las sanciones económicas.

Es lamentable que los gobiernos democráticos, en vez de dar el ejemplo, solidarizándose con quienes, como las Damas de Blanco en Cuba, los resistentes venezolanos, o Aung San Suu Kyi y Liu Xiaobo, que se enfrentan con temeridad a las dictaduras que sufren, se muestren a menudo complacientes no con ellos sino con sus verdugos. Aquellos valientes, luchando por su libertad, también luchan por la nuestra.

Un compatriota mío, José María Arguedas, llamó al Perú el país de “todas las sangres”. No creo que haya fórmula que lo defina mejor. Eso somos y eso llevamos dentro todos los peruanos, nos guste o no: una suma de tradiciones, razas, creencias y culturas procedentes de los cuatro puntos cardinales. A mí me enorgullece sentirme heredero de las culturas prehispánicas que fabricaron los tejidos y mantos de plumas de Nazca y Paracas y los ceramios mochicas o incas que se exhiben en los mejores museos del mundo, de los constructores de Machu Picchu, el Gran Chimú, Chan Chan, Kuelap, Sipán, las huacas de La Bruja y del Sol y de la Luna, y de los españoles que, con sus alforjas, espadas y caballos, trajeron al Perú a Grecia, Roma, la tradición judeo-cristiana, el Renacimiento, Cervantes, Quevedo y Góngora, y la lengua recia de Castilla que los Andes dulcificaron.

Y de que con España llegara también el África con su reciedumbre, su música y su efervescente imaginación a enriquecer la heterogeneidad peruana. Si escarbamos un poco descubrimos que el Perú, como el Aleph de Borges, es en pequeño formato el mundo entero. ¡Qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene una identidad porque las tiene todas!
La conquista de América fue cruel y violenta, como todas las conquistas, desde luego, y debemos criticarla, pero sin olvidar, al hacerlo, que quienes cometieron aquellos despojos y crímenes fueron, en gran número, nuestros bisabuelos y tatarabuelos, los españoles que fueron a América y allí se acriollaron, no los que se quedaron en su tierra.

Aquellas críticas, para ser justas, deben ser una autocrítica. Porque, al independizarnos de España, hace doscientos años, quienes asumieron el poder en las antiguas colonias, en vez de redimir al indio y hacerle justicia por los antiguos agravios, siguieron explotándolo con tanta codicia y ferocidad como los conquistadores, y, en algunos países, diezmándolo y exterminándolo.

Digámoslo con toda claridad: desde hace dos siglos la emancipación de los indígenas es una responsabilidad exclusivamente nuestra y la hemos incumplido. Ella sigue siendo una asignatura pendiente en toda América Latina. No hay una sola excepción a este oprobio y vergüenza.

Quiero a España tanto como al Perú y mi deuda con ella es tan grande como el agradecimiento que le tengo. Si no hubiera sido por España jamás hubiera llegado a esta tribuna, ni a ser un escritor conocido, y tal vez, como tantos colegas desafortunados, andaría en el limbo de los escribidores sin suerte, sin editores, ni premios, ni lectores, cuyo talento acaso –triste consuelo– descubriría algún día la posteridad.

En España se publicaron todos mis libros, recibí reconocimientos exagerados, amigos como Carlos Barral y Carmen Balcells y tantos otros se desvivieron porque mis historias tuvieran lectores. Y España me concedió una segunda nacionalidad cuando podía perder la mía. Jamás he sentido la menor incompatibilidad entre ser peruano y tener un pasaporte español porque siempre he sentido que España y el Perú son el anverso y el reverso de una misma cosa, y no sólo en mi pequeña persona, también en realidades esenciales como la historia, la lengua y la cultura.

De todos los años que he vivido en suelo español, recuerdo con fulgor los cinco que pasé en la querida Barcelona a comienzos de los años setenta. La dictadura de Franco estaba todavía en pie y aún fusilaba, pero era ya un fósil en hilachas, y, sobre todo en el campo de la cultura, incapaz de mantener los controles de antaño.

Se abrían rendijas y resquicios que la censura no alcanzaba a parchar y por ellas la sociedad española absorbía nuevas ideas, libros, corrientes de pensamiento y valores y formas artísticas hasta entonces prohibidos por subversivos. Ninguna ciudad aprovechó tanto y mejor que Barcelona este comienzo de apertura ni vivió una efervescencia semejante en todos los campos de las ideas y la creación.

Se convirtió en la capital cultural de España, el lugar donde había que estar para respirar el anticipo de la libertad que se vendría. Y, en cierto modo, fue también la capital cultural de América Latina por la cantidad de pintores, escritores, editores y artistas procedentes de los países latinoamericanos que allí se instalaron, o iban y venían a Barcelona, porque era donde había que estar si uno quería ser un poeta, novelista, pintor o compositor de nuestro tiempo.

Para mí, aquellos fueron unos años inolvidables de compañerismo, amistad, conspiraciones y fecundo trabajo intelectual. Igual que antes París, Barcelona fue una Torre de Babel, una ciudad cosmopolita y universal, donde era estimulante vivir y trabajar, y donde, por primera vez desde los tiempos de la guerra civil, escritores españoles y latinoamericanos se mezclaron y fraternizaron, reconociéndose dueños de una misma tradición y aliados en una empresa común y una certeza: que el final de la dictadura era inminente y que en la España democrática la cultura sería la protagonista principal.

Aunque no ocurrió así exactamente, la transición española de la dictadura a la democracia ha sido una de las mejores historias de los tiempos modernos, un ejemplo de como, cuando la sensatez y la racionalidad prevalecen y los adversarios políticos aparcan el sectarismo en favor del bien común, pueden ocurrir hechos tan prodigiosos como los de las novelas del realismo mágico.

La transición española del autoritarismo a la libertad, del subdesarrollo a la prosperidad, de una sociedad de contrastes económicos y desigualdades tercermundistas a un país de clases medias, su integración a Europa y su adopción en pocos años de una cultura democrática, ha admirado al mundo entero y disparado la modernización de España. Ha sido para mí una experiencia emocionante y aleccionadora vivirla de muy cerca y a ratos desde dentro. Ojalá que los nacionalismos, plaga incurable del mundo moderno y también de España, no estropeen esta historia feliz.

Detesto toda forma de nacionalismo, ideología –o, más bien, religión– provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor supremo, en privilegio moral y ontológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento. Junto con la religión, el nacionalismo ha sido la causa de las peores carnicerías de la historia, como las de las dos guerras mundiales y la sangría actual del Medio Oriente.

Nada ha contribuido tanto como el nacionalismo a que América Latina se haya balcanizado, ensangrentado en insensatas contiendas y litigios y derrochado astronómicos recursos en comprar armas en vez de construir escuelas, bibliotecas y hospitales.

No hay que confundir el nacionalismo de orejeras y su rechazo del “otro”, siempre semilla de violencia, con el patriotismo, sentimiento sano y generoso, de amor a la tierra donde uno vio la luz, donde vivieron sus ancestros y se forjaron los primeros sueños, paisaje familiar de geografías, seres queridos y ocurrencias que se convierten en hitos de la memoria y escudos contra la soledad. La patria no son las banderas ni los himnos, ni los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa donde estemos, existe un hogar al que podemos volver.

El Perú es para mí una Arequipa donde nací pero nunca viví, una ciudad que mi madre, mis abuelos y mis tíos me enseñaron a conocer a través de sus recuerdos y añoranzas, porque toda mi tribu familiar, como suelen hacer los arequipeños, se llevó siempre a la Ciudad Blanca con ella en su andariega existencia.

Es la Piura del desierto, el algarrobo y el sufrido burrito, al que los piuranos de mi juventud llamaban “el pie ajeno” –lindo y triste apelativo–, donde descubrí que no eran las cigüeñas las que traían los bebes al mundo sino que los fabricaban las parejas haciendo unas barbaridades que eran pecado mortal. Es el Colegio San Miguel y el Teatro Variedades donde por primera vez vi subir al escenario una obrita escrita por mí. Es la esquina de Diego Ferré y Colón, en el Miraflores limeño –la llamábamos el Barrio Alegre–, donde cambié el pantalón corto por el largo, fumé mi primer cigarrillo, aprendí a bailar, a enamorar y a declararme a las chicas.

Es la polvorienta y temblorosa redacción del diario La Crónica donde, a mis dieciséis años, velé mis primeras armas de periodista, oficio que, con la literatura, ha ocupado casi toda mi vida y me ha hecho, como los libros, vivir más, conocer mejor el mundo y frecuentar a gente de todas partes y de todos los registros, gente excelente, buena, mala y execrable. Es el Colegio Militar Leoncio Prado, donde aprendí que el Perú no era el pequeño reducto de clase media en el que yo había vivido hasta entonces confinado y protegido, sino un país grande, antiguo, enconado, desigual y sacudido por toda clase de tormentas sociales. Son las células clandestinas de Cahuide en las que con un puñado de sanmarquinos preparábamos la revolución mundial.

Y el Perú son mis amigos y amigas del Movimiento Libertad con los que por tres años, entre las bombas, apagones y asesinatos del terrorismo, trabajamos en defensa de la democracia y la cultura de la libertad.

El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir.

Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia. Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: “Mario, para lo único que tú sirves es para escribir”.

Volvamos a la literatura. El paraíso de la infancia no es para mí un mito literario sino una realidad que viví y gocé en la gran casa familiar de tres patios, en Cochabamba, donde con mis primas y compañeros de colegio podíamos reproducir las historias de Tarzán y de Salgari, y en la Prefectura de Piura, en cuyos entretechos anidaban los murciélagos, sombras silentes que llenaban de misterio las noches estrelladas de esa tierra caliente.

En esos años, escribir fue jugar un juego que me celebraba la familia, una gracia que me merecía aplausos, a mí, el nieto, el sobrino, el hijo sin papá, porque mi padre había muerto y estaba en el cielo. Era un señor alto y buen mozo, de uniforme de marino, cuya foto engalanaba mi velador y a la que yo rezaba y besaba antes de dormir. Una mañana piurana, de la que todavía no creo haberme recobrado, mi madre me reveló que aquel caballero, en verdad, estaba vivo.

Y que ese mismo día nos iríamos a vivir con él, a Lima. Yo tenía once años y, desde entonces, todo cambió. Perdí la inocencia y descubrí la soledad, la autoridad, la vida adulta y el miedo. Mi salvación fue leer, leer los buenos libros, refugiarme en esos mundos donde vivir era exaltante, intenso, una aventura tras otra, donde podía sentirmelibre y volvía a ser feliz. Y fue escribir, a escondidas, como quien se entrega a un vicio inconfensable, a una pasión prohibida. La literatura dejó de ser un juego.

Se volvió una manera de resistir la adversidad, de protestar, de rebelarme, de escapar a lo intolerable, mi razón de vivir. Desde entonces y hasta ahora, en todas las circunstancias en que me he sentido abatido o golpeado, a orillas de la desesperación, entregarme en cuerpo y alma a mi trabajo de fabulador ha sido la luz que señala la salida del túnel, la tabla de salvación que lleva al náufrago a la playa.

Aunque me cuesta mucho trabajo y me hace sudar la gota gorda, y, como todo escritor, siento a veces la amenaza de la parálisis, de la sequía de la imaginación, nada me ha hecho gozar en la vida tanto como pasarme los meses y los años construyendo una historia, desde su incierto despuntar, esa imagen que la memoria almacenó de alguna experiencia vivida, que se volvió un desasosiego, un entusiasmo, un fantaseo que germinó luego en un proyecto y en la decisión de intentar convertir esa niebla agitada de fantasmas en una historia. “Escribir es una manera de vivir”, dijo Flaubert.

Sí, muy cierto, una manera de vivir con ilusión y alegría y un fuego chisporroteante en la cabeza, peleando con las palabras díscolas hasta amaestrarlas, explorando el ancho mundo como un cazador en pos de presas codiciables para alimentar la ficción en ciernes y aplacar ese apetito voraz de toda historia que al crecer quisiera tragarse todas las historias.

Llegar a sentir el vértigo al que nos conduce una novela en gestación, cuando toma forma y parece empezar a vivir por cuenta propia, con personajes que se mueven, actúan, piensan, sienten y exigen respeto y consideración, a los que ya no es posible imponer arbitrariamente una conducta, ni privarlos de su libre albedrío sin matarlos, sin que la historia pierda poder de persuasión, es una experiencia que me sigue hechizando como la primera vez, tan plena y vertiginosa como hacer el amor con la mujer amada días, semanas y meses, sin cesar.

Al hablar de la ficción, he hablado mucho de la novela y poco del teatro, otra de sus formas excelsas. Una gran injusticia, desde luego. El teatro fue mi primer amor, desde que, adolescente, vi en el Teatro Segura, de Lima, La muerte de un viajante, de Arthur Miller, espectáculo que me dejó traspasado de emoción y me precipitó a escribir un drama con incas. Si en la Lima de los cincuenta hubiera habido un movimiento teatral habría sido dramaturgo antes que novelista.

No lo había y eso debió orientarme cada vez más hacia la narrativa. Pero mi amor por el teatro nunca cesó, dormitó acurrucado a la sombra de las novelas, como una tentación y una nostalgia, sobre todo cuando veía alguna pieza subyugante. A fines de los setenta, el recuerdo pertinaz de una tía abuela centenaria, la Mamaé, que, en los últimos años de su vida, cortó con la realidad circundante para refugiarse en los recuerdos y la ficción, me sugirió una historia.

Y sentí, de manera fatídica, que aquella era una historia para el teatro, que sólo sobre un escenario cobraría la animación y el esplendor de las ficciones logradas. La escribí con el temblor excitado del principiante y gocé tanto viéndola en escena, con Norma Aleandro en el papel de la heroína, que, desde entonces, entre novela y novela, ensayo y ensayo, he reincidido varias veces. Eso sí, nunca imaginé que, a mis setenta años, me subiría (debería decir mejor me arrastraría) a un escenario a actuar.

Esa temeraria aventura me hizo vivir por primera vez en carne y hueso el milagro que es, para alguien que se ha pasado la vida escribiendo ficciones, encarnar por unas horas a un personaje de la fantasía, vivir la ficción delante de un público. Nunca podré agradecer bastante a mis queridos amigos, el director Joan Ollé y la actriz Aitana Sánchez Gijón, haberme animado a compartir con ellos esa fantástica experiencia (pese al pánico que la acompañó).

La literatura es una representación falaz de la vida que, sin embargo, nos ayuda a entenderla mejor, a orientarnos por el laberinto en el que nacimos, transcurrimos y morimos. Ella nos desagravia de los reveses y frustraciones que nos inflige la vida verdadera y gracias a ella desciframos, al menos parcialmente, el jeroglífico que suele ser la existencia para la gran mayoría de los seres humanos, principalmente aquellos que alentamos más dudas que certezas, y confesamos nuestra perplejidad ante temas como la trascendencia, el destino individual y colectivo, el alma, el sentido o el sinsentido de la historia, el más acá y el más allá del conocimiento racional.

Siempre me ha fascinado imaginar aquella incierta circunstancia en que nuestros antepasados, apenas diferentes todavía del animal, recién nacido el lenguaje que les permitía comunicarse, empezaron, en las cavernas, en torno a las hogueras, en noches hirvientes de amenazas –rayos, truenos, gruñidos de las fieras–, a inventar historias y a contárselas.

Aquel fue el momento crucial de nuestro destino, porque, en esas rondas de seres primitivos suspensos por la voz y la fantasía del contador, comenzó la civilización, el largo transcurrir que poco a poco nos humanizaría y nos llevaría a inventar al individuo soberano y a desgajarlo de la tribu, la ciencia, las artes, el derecho, la libertad, a escrutar las entrañas de la naturaleza, del cuerpo humano, del espacio y a viajar a las estrellas.

Aquellos cuentos, fábulas, mitos, leyendas, que resonaron por primera vez como una música nueva ante auditorios intimidados por los misterios y peligros de un mundo donde todo era desconocido y peligroso, debieron ser un baño refrescante, un remanso para esos espíritus siempre en el quién vive, para los que existir quería decir apenas comer, guarecerse de los elementos, matar y fornicar.

Desde que empezaron a soñar en colectividad, a compartir los sueños, incitados por los contadores de cuentos, dejaron de estar atados a la noria de la supervivencia, un remolino de quehaceres embrutecedores, y su vida se volvió sueño, goce, fantasía y un designio revolucionario: romper aquel confinamiento y cambiar y mejorar, una lucha para aplacar aquellos deseos y ambiciones que en ellos azuzaban las vidas figuradas, y la curiosidad por despejar las incógnitas de que estaba constelado su entorno.

Ese proceso nunca interrumpido se enriqueció cuando nació la escritura y las historias, además de escucharse, pudieron leerse y alcanzaron la permanencia que les confiere la literatura. Por eso, hay que repetirlo sin tregua hasta convencer de ello a las nuevas generaciones: la ficción es más que un entretenimiento, más que un ejercicio intelectual que aguza la sensibilidad y despierta el espíritu crítico.

Es una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano. Para que no retrocedamos a la barbarie de la incomunicación y la vida no se reduzca al pragmatismo de los especialistas que ven las cosas en profundidad pero ignoran lo que las rodea, precede y continúa.

Para que no pasemos de servirnos de las máquinas que inventamos a ser sus sirvientes y esclavos. Y porque un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños.

De la caverna al rascacielos, del garrote a las armas de destrucción masiva, de la vida tautológica de la tribu a la era de la globalización, las ficciones de la literatura han multiplicado las experiencias humanas, impidiendo que hombres y mujeres sucumbamos al letargo, al ensimismamiento, a la resignación.

Nada ha sembrado tanto la inquietud, removido tanto la imaginación y los deseos, como esa vida de mentiras que añadimos a la que tenemos gracias a la literatura para protagonizar las grandes aventuras, las grandes pasiones, que la vida verdadera nunca nos dará. Las mentiras de la literatura se vuelven verdades a través de nosotros, los lectores transformados, contaminados de anhelos y, por culpa de la ficción, en permanente entredicho con la mediocre realidad.

Hechicería que, al ilusionarnos con tener lo que no tenemos, ser lo que no somos, acceder a esa imposible existencia donde, como dioses paganos, nos sentimos terrenales y eternos a la vez, la literatura introduce en nuestros espíritus la inconformidad y la rebeldía, que están detrás de todas las hazañas que han contribuido a disminuir la violencia en las relaciones humanas.

A disminuir la violencia, no a acabar con ella. Porque la nuestra será siempre, por fortuna, una historia inconclusa. Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible.

Estocolmo, 7 de diciembre de 2010.


Vea también:
La obras literarias de Mario Vargas Llosa - Premio Nobel Literatura 2010.

Discurso Premio Nobel de Literatura.