El cineasta cumple 75 años con más de 60 películas, una docena de libros y cientos de conciertos de jazz en su haber Woody Allen nació un 1 de diciembre de hace 75 años en Brooklyn. En la mitad del otoño, su estación favorita para rodar películas por sus cielos nublados y hojas naranjas, por su niebla misteriosa y la luz especial que alumbra Manhattan.
Pero no nació con el nombre que todo el mundo conoce. Lo hizo como Allan Stewart Königsberg. No fue hasta 1952, 17 años después, que se transformó en Woody Allen sobre un escenario.
Humorista casi desde que llegó al mundo, escritor, universitario de un solo semestre, actor, dramaturgo, adicto al psiquiatra antes de llegar a los 30, músico, director... el legado de Allen en estos tres cuartos de siglo es inconmensurable. En su faceta más conocida, la de cineasta, ha participado hasta la fecha en 60 películas, de las cuales ha dirigido 46. Y pretende seguir con su terapia de una película anual hasta que no pueda más.
"Yo era un niño pasablemente feliz, ¿saben? Me criaron en Brooklyn durante la Segunda Guerra Mundial. Mi analista insiste en que mis recuerdos de infancia son exagerados, pero les juro que me criaron bajo una montaña rusa de Coney Island, en Brooklyn". Alvy Singer (Woody Allen), en Annie Hall.
Inquieto, delgado, bajito (no pasa de 1,65), tímido, con gafas, don Juan de Manhattan, pero, sobretodo, ateo judío poco ortodoxo. Así se ha representado Allen a lo largo de una filmografía que bien podría ser una autobiografía en 35 milímetros.
Sobre su infancia, creemos saberlo todo tras ver al pequeño Alvy Singer en Annie Hall, al jovencito Sandy Bates en Recuerdos o al trasto de Joe en Días de Radio aprendiendo sobre la vida en un barrio de clase media baja en Brooklyn. De esta última, el cineasta siempre ha reconocido que todo está inspirado, aunque un poco exagerado a modo de cómic, en su infancia.
Dios mío, este infeliz es patético[....] Si yo tuviera valor para salir a contar mis chistes yo mismo. Alvy Singer (Woody Allen), en Annie Hall (1977).
La carrera humorística de Allen comenzó en los años 50 en los cabarets que luego plasmaría en Broadway Danny Rose y como escritor de chistes para otros cómicos. De ahí pasó a la televisión donde colaboró como guionista y como humorista en programas como el programa de Johnny Carson o el Ed Sullivan Show.
En la que se puede considerar su trilogía de películas más memorables, Annie Hall, Manhattan y Hannah y sus hermanas el cómico hace un ejercicio autobiográfico con sendos personajes que se dedican a la escritura y producción de humor.
"Y si llega a decir algo mas sobre Ingmar Bergman le salto de un puñetazo las lentillas de contacto" Isaac Davis (Woody Allen), en Manhattan (1979).
Es en el cine y no en la televisión donde Allen ha depositado siempre su corazón. Desde que tuvo uso de esa razón tan humorístico-analítica tan personal, Allen ha disfrutado con las grandes películas de la historia del cine.
De Chaplin a Scorsese pasando por Minelli, Bergman, Wilder, Kurosawa, Fellini o Hitchcock. Allen, miembro de la última gran generación del cine, la de Scorsese, Coppola, Spielberg, Mallick..., ha podido absorber de los maestros en las salas de cine.
Son constantes sus homenajes a los clásicos del cine estadounidense, japonés y europeo. En su obra de teatro y guión de cine Sueños de un seductor, Allen habla directamente en sus ensoñaciones con el Humphrey Bogart de Casablanca. Escenas de Annie Hall, Toma el dinero y corre o Todos dicen I love you le sirven para homenajear a Groucho Marx, su cómico de cabecera.
El expresionismo alemán está presente en Sombras y niebla. Como recalca Jorge Fonte en su libro Woody Allen (Cátedra), Manhattan le debe mucho a Vincent Minelli o a Billy Wilder. Y en casi todos sus trabajos, Bergman y Fellini son una constante.
En 1969 Allen rodó su primera película como director, Toma el dinero y corre, una historia de ladrones cómicamente desgraciados rodada a modo de falso documental (formato que repetiría en 1983 con Zelig). Fue un éxito de taquilla que le abrió las puertas en la industria para poder rodar una serie de comedias gamberras que funcionaron mejor o peor como Bananas (1971), Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar (1972), El dormilón (1973) y La última noche de Boris Grushenko (1975).
Fue en los años 70 del siglo pasado cuando Allen alcanzó la mayoría de edad cinematográfica con Annie Hall (1977), Interiores (1978) y Manhattan (1979). Películas ambientadas en Nueva York, la ciudad que prácticamente no abandonaría como escenarios de sus conversaciones y obsesiones hasta 2006, cuando comenzó su viaje europeo por Inglaterra, Francia y España.
Allen consiguió lo que nadie en Hollywood consigue jamás: ser el dueño de sus historias, desde que las concebía anotándolas en un trozo de papel hasta el montaje final, sin interferencias de los estudios o de los productores. Durante su época dorada a lo largo de los 70, 80 y 90 rodó también, entre otras, Broadway Danny Rose (1984), La rosa púrpura del Cairo (1985), Hannah y sus hermanas (1986), Días de radio (1987), Delitos y faltas (1989), Misterioso asesinato en Manhattan (1993), Poderosa Afrodita (1995) o Desmontando a Harry (1997).
Mi psicoanalista me advirtió que no saliera contigo, pero eras tan guapa que cambié de psicoanalista. Isaac Davis (Woody Allen), en Manhattan.
En todas estas obras los temas fetiche de Allen aparecen sin descanso: las mujeres, las relaciones (siempre trabajó con sus parejas que eran actrices: Diane Keaton, Mia Farrow, Louise Lasser...), las infidelidades, el poder de la conversación, la muerte, la religión judía, el cine, el jazz, la magia, el psicoanálisis y el sexo. Allen cumple hoy 75 años. Y ya estamos esperando su próximo trabajo, que llegará en 2011: Medianoche en París, con presencia de Carla Bruni - Sarkozy incluida.
Fuente:
ElPais