hosni mubarak presidente de egipto
La Casa Blanca eleva el tono de advertencia hacia su aliado para evitar su caída
La Casa Blanca ha pedido "elecciones libres y justas" en Egipto como el mejor medio para responder a las "legítimas aspiraciones" de los ciudadanos, al mismo tiempo que la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, ha enviado un llamamiento urgente al Gobierno de ese país para que "autorice las manifestaciones pacíficas, revoque la suspensión de las comunicaciones" y "aborde junto con su pueblo reformas políticas, económicas y sociales" que son imprescindibles. "Es absolutamente vital para Egipto emprender esas reformas", insistió.
"Nuestra postura es que la violencia no resolverá esto; elecciones libres y justas es algo que nosotros subrayamos", declaró el portavoz presidencial de EE UU, Robert Gibbs. Barack Obama, que habló ayer durante 30 minutos con Hosni Mubarak, instó al presidente egipcio a dar pasos "concretos" hacia las reformas que el pueblo demanda. Un pueblo, recordó Obama, que como todos goza de los derechos universales.
Se trata de una apreciable elevación del tono de condena al Gobierno egipcio y de respaldo a los manifestantes respecto a las declaraciones que EE UU ha venido haciendo hasta el momento. Con estas palabras, la Administración norteamericana, aliada del régimen egipcio desde hace décadas, hace lo que podría ser un último esfuerzo de evitar un caída precipitada o violenta de Mubarak.
La declaración de Clinton, expresada en términos particularmente dramáticos en una comparecencia en el Departamento de Estado, no solo demuestra la "profunda preocupación" que la secretaria de Estado confesaba en su intervención, sino que revela que Washington puede haber concluido que el sistema egipcio está al borde del colapso y que, con su final, se aproxima una verdadera transformación en Oriente Próximo. Clinton pidió a las autoridades "renunciar al uso de la violencia contra la población" y reclamó a los manifestantes que se limiten a expresar sus protestas por medios pacíficos. Alertó contra el riesgo de que se establezcan "dos Egiptos", uno oficial y otro real, en las calles, e hizo hincapié en la necesidad de que el Gobierno egipcio "abra un diálogo con su pueblo sobre las aspiraciones claramente expresadas".
"El Gobierno tiene una oportunidad real de responder a esta indiscutible protesta con las reformas que se requieren y comenzar un verdadero proceso de cambios que obedezca a las aspiraciones de los ciudadanos. Esperamos que ese momento sea aprovechado", manifestó.
Egipto es el principal socio norteamericano en la región. De hecho, el jefe de las Fuerzas Armadas egipcias, teniente general Sami Enan, se encuentra en Washington para participar en unas conversaciones con el Pentágono previstas con anterioridad. El resquebrajamiento de esa alianza o un cambio de régimen en Egipto obligaría a Obama a modificar profundamente su estrategia.
La Administración norteamericana parece ver con claridad que el sostenimiento de regímenes corruptos a cambio de una alianza muchas veces precaria es ya insostenible en el mundo árabe.
ElPais
La Casa Blanca ha pedido "elecciones libres y justas" en Egipto como el mejor medio para responder a las "legítimas aspiraciones" de los ciudadanos, al mismo tiempo que la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, ha enviado un llamamiento urgente al Gobierno de ese país para que "autorice las manifestaciones pacíficas, revoque la suspensión de las comunicaciones" y "aborde junto con su pueblo reformas políticas, económicas y sociales" que son imprescindibles. "Es absolutamente vital para Egipto emprender esas reformas", insistió.
"Nuestra postura es que la violencia no resolverá esto; elecciones libres y justas es algo que nosotros subrayamos", declaró el portavoz presidencial de EE UU, Robert Gibbs. Barack Obama, que habló ayer durante 30 minutos con Hosni Mubarak, instó al presidente egipcio a dar pasos "concretos" hacia las reformas que el pueblo demanda. Un pueblo, recordó Obama, que como todos goza de los derechos universales.
Se trata de una apreciable elevación del tono de condena al Gobierno egipcio y de respaldo a los manifestantes respecto a las declaraciones que EE UU ha venido haciendo hasta el momento. Con estas palabras, la Administración norteamericana, aliada del régimen egipcio desde hace décadas, hace lo que podría ser un último esfuerzo de evitar un caída precipitada o violenta de Mubarak.
La declaración de Clinton, expresada en términos particularmente dramáticos en una comparecencia en el Departamento de Estado, no solo demuestra la "profunda preocupación" que la secretaria de Estado confesaba en su intervención, sino que revela que Washington puede haber concluido que el sistema egipcio está al borde del colapso y que, con su final, se aproxima una verdadera transformación en Oriente Próximo. Clinton pidió a las autoridades "renunciar al uso de la violencia contra la población" y reclamó a los manifestantes que se limiten a expresar sus protestas por medios pacíficos. Alertó contra el riesgo de que se establezcan "dos Egiptos", uno oficial y otro real, en las calles, e hizo hincapié en la necesidad de que el Gobierno egipcio "abra un diálogo con su pueblo sobre las aspiraciones claramente expresadas".
"El Gobierno tiene una oportunidad real de responder a esta indiscutible protesta con las reformas que se requieren y comenzar un verdadero proceso de cambios que obedezca a las aspiraciones de los ciudadanos. Esperamos que ese momento sea aprovechado", manifestó.
Egipto es el principal socio norteamericano en la región. De hecho, el jefe de las Fuerzas Armadas egipcias, teniente general Sami Enan, se encuentra en Washington para participar en unas conversaciones con el Pentágono previstas con anterioridad. El resquebrajamiento de esa alianza o un cambio de régimen en Egipto obligaría a Obama a modificar profundamente su estrategia.
La Administración norteamericana parece ver con claridad que el sostenimiento de regímenes corruptos a cambio de una alianza muchas veces precaria es ya insostenible en el mundo árabe.
ElPais