Fuera del Milan por su mala vida, en Brasil varios clubes se pelean por un jugador de 30 años que cobra ocho millones anuales
"Dinho y yo hemos llegado a un acuerdo, jugará en el Milan hasta que cuelgue las botas". Lo dijo el presidente Silvio Berlusconi el 17 julio de 2008 durante la presentación de Ronaldinho. Pep Guardiola acababa de deshacerse de él. Había 4.000 personas esperando al Gaucho en la ciudad deportiva rossonera y 30.000 en San Siro. Berlusconi no acertó. Ronaldinho, de 30 años, se ha marchado antes de colgar las botas. El 1 de enero dejó la concentración del Milan en Dubai.
No se despidió de nadie. Cogió un avión a Brasil a las 10 de la mañana para cerrar un acuerdo con el Gremio -equipo en el que empezó en 1998-, pero sigue sin haber fumata blanca.
Mientras en el Gremio esperan a que aparezca el presidente para hacer el anuncio oficial, en Río de Janeiro el Flamengo está organizando una fiesta para dar la bienvenida a Ronaldinho.
El Palmeiras, por otro lado, dice que Ronaldinho será suyo. Los tres clubes aseguran haber llegado a un acuerdo con Roberto de Assis, hermano y representante del ex azulgrana. "Si fuera por mí estaría jugando ya con la camiseta del Gremio, incluso ganando menos de lo que me han ofrecido otros equipos. El problema está en lo que pide el Milan para dejarme libre", comentó ayer el jugador en Radio Globo. Su contrato termina en junio y cobra ocho millones anuales.
En Brasil se rifan a Ronaldinho y desde la Premier también ha llegado una oferta del Blackburn. En Italia, mientras, Massimiliano Allegri, el técnico del Milan, respira aliviado por haberse quitado un peso de encima. Igual que Guardiola hace dos años y medio. "Marcharse a Brasil es una elección de vida", dijo ayer Allegri.
Solo le faltó añadir "con todo lo que conlleva". Igual que hicieron antes Ancelotti y Leonardo, Allegri también intentó recuperar a Ronaldinho aunque con menos mimos públicos. Pero, a diferencia de sus predecesores, no ha superado el límite del aguante. Ha dicho basta, cansado de la vida nocturna del brasileño.
"Con la calidad y el talento que tiene, le habría bastado con dos entrenamientos a la semana... pero últimamente es que ni eso", confesó el entrenador italiano a su entorno. De hecho, en los últimos meses le mandaba a entrenarse en un campo contiguo para que nadie grabara su pasotismo.
Ronaldinho empezó de titular la temporada. Pero pronto volvieron a aparecer sus altibajos de siempre. En el Bernabéu, en Champions, el pasado mes de octubre, salió del campo cabizbajo y se abrazó a José Mourinho cuando Allegri le sustituyó. Jugó 73 minutos, pero como si no hubiese jugado: cuatro centros al área, 11 pérdidas de balón y ninguna recuperación. Allegri ya tenía la excusa perfecta para sentar a Ronaldinho sin tener que dar demasiadas explicaciones. Sin embargo, y más por compromiso con Berlusconi que por otra cosa, volvió a poner al brasileño en el partido de vuelta contra el Madrid en San Siro.
Poco cambió. Desde ese momento, hasta el dueño del Milan se dio cuenta de que hablar de la renovación de Ronaldinho era un sinsentido. Y el brasileño empezó a vivir en el banquillo. A medida que se ausentaba de los partidos, aumentaba su presencia en las discotecas milanesas. El 28 de diciembre viajó a Dubai con el resto del equipo para la concentración de invierno. Se entrenó media tarde, oficialmente por problemas estomacales. En realidad, le pillaron dos veces volviendo al hotel a las 7 de la mañana.
Ronaldinho llegó al Milan con 28 años. Berlusconi pagó por él 21 millones. Creía que había hecho el fichaje del siglo desde el punto de vista futbolístico y comercial. Un año después le hizo prometer ante todos sus compañeros que las juergas se habían acabado y que sería un profesional. La promesa duró lo que siempre, un par de meses. En Milán ya es historia; en Brasil, un retiro dorado para las ex estrellas, se lo subastan.
"Dinho y yo hemos llegado a un acuerdo, jugará en el Milan hasta que cuelgue las botas". Lo dijo el presidente Silvio Berlusconi el 17 julio de 2008 durante la presentación de Ronaldinho. Pep Guardiola acababa de deshacerse de él. Había 4.000 personas esperando al Gaucho en la ciudad deportiva rossonera y 30.000 en San Siro. Berlusconi no acertó. Ronaldinho, de 30 años, se ha marchado antes de colgar las botas. El 1 de enero dejó la concentración del Milan en Dubai.
No se despidió de nadie. Cogió un avión a Brasil a las 10 de la mañana para cerrar un acuerdo con el Gremio -equipo en el que empezó en 1998-, pero sigue sin haber fumata blanca.
Mientras en el Gremio esperan a que aparezca el presidente para hacer el anuncio oficial, en Río de Janeiro el Flamengo está organizando una fiesta para dar la bienvenida a Ronaldinho.
El Palmeiras, por otro lado, dice que Ronaldinho será suyo. Los tres clubes aseguran haber llegado a un acuerdo con Roberto de Assis, hermano y representante del ex azulgrana. "Si fuera por mí estaría jugando ya con la camiseta del Gremio, incluso ganando menos de lo que me han ofrecido otros equipos. El problema está en lo que pide el Milan para dejarme libre", comentó ayer el jugador en Radio Globo. Su contrato termina en junio y cobra ocho millones anuales.
En Brasil se rifan a Ronaldinho y desde la Premier también ha llegado una oferta del Blackburn. En Italia, mientras, Massimiliano Allegri, el técnico del Milan, respira aliviado por haberse quitado un peso de encima. Igual que Guardiola hace dos años y medio. "Marcharse a Brasil es una elección de vida", dijo ayer Allegri.
Solo le faltó añadir "con todo lo que conlleva". Igual que hicieron antes Ancelotti y Leonardo, Allegri también intentó recuperar a Ronaldinho aunque con menos mimos públicos. Pero, a diferencia de sus predecesores, no ha superado el límite del aguante. Ha dicho basta, cansado de la vida nocturna del brasileño.
"Con la calidad y el talento que tiene, le habría bastado con dos entrenamientos a la semana... pero últimamente es que ni eso", confesó el entrenador italiano a su entorno. De hecho, en los últimos meses le mandaba a entrenarse en un campo contiguo para que nadie grabara su pasotismo.
Ronaldinho empezó de titular la temporada. Pero pronto volvieron a aparecer sus altibajos de siempre. En el Bernabéu, en Champions, el pasado mes de octubre, salió del campo cabizbajo y se abrazó a José Mourinho cuando Allegri le sustituyó. Jugó 73 minutos, pero como si no hubiese jugado: cuatro centros al área, 11 pérdidas de balón y ninguna recuperación. Allegri ya tenía la excusa perfecta para sentar a Ronaldinho sin tener que dar demasiadas explicaciones. Sin embargo, y más por compromiso con Berlusconi que por otra cosa, volvió a poner al brasileño en el partido de vuelta contra el Madrid en San Siro.
Poco cambió. Desde ese momento, hasta el dueño del Milan se dio cuenta de que hablar de la renovación de Ronaldinho era un sinsentido. Y el brasileño empezó a vivir en el banquillo. A medida que se ausentaba de los partidos, aumentaba su presencia en las discotecas milanesas. El 28 de diciembre viajó a Dubai con el resto del equipo para la concentración de invierno. Se entrenó media tarde, oficialmente por problemas estomacales. En realidad, le pillaron dos veces volviendo al hotel a las 7 de la mañana.
Ronaldinho llegó al Milan con 28 años. Berlusconi pagó por él 21 millones. Creía que había hecho el fichaje del siglo desde el punto de vista futbolístico y comercial. Un año después le hizo prometer ante todos sus compañeros que las juergas se habían acabado y que sería un profesional. La promesa duró lo que siempre, un par de meses. En Milán ya es historia; en Brasil, un retiro dorado para las ex estrellas, se lo subastan.