La descarga de aplicaciones crece más rápido que la de música

La App Store alcanzará en unos días 10.000 millones de copias

La App Store, la tienda de aplicaciones de Apple, está acercándose a la cifra de 10.000 millones de descargas de aplicaciones y lo ha hecho en menos tiempo del que le costó a la compañía alcanzar el mismo número de descargas de canciones. App Store batirá este récord en 31 meses, mientras que la tienda musical de iTunes tardó 67.

Las cifras de descarga de aplicaciones en los móviles de Apple describen un fenómeno viral. Si un amigo tiene una aplicación curiosa, también hay que tenerla en el propio móvil para no ser menos. Al principio, los clientes de Apple tenían unas 10 aplicaciones descargadas de media. Ahora son 60. Eso sí, según Pinch Media citado por Challenge.fr, el 99% de las aplicaciones en teléfonos móviles son eliminadas o se ignoran al cabo de tres semanas.

Las aplicaciones gratuitas, obviamente, son las de más éxito y se detecta un incremento de las que están asociadas a usos de las redes sociales (cuatro de las 10 aplicaciones más populares en el iPhone están asociadas a ellas). A pesar del crecimiento de las aplicaciones para usos profesionales, los juegos dominan las cifras de venta.

El éxito de Apple con su tienda pionera tiene, además, una notable influencia en la fidelidad de los clientes a sus productos. Si uno se ha acostumbrado a disfrutar del catálogo de aplicaciones de Apple le costará mucho cambiar de marca, emigrar a otro teléfono de la competencia, porque deberá abandonar estos queridos gadgets.

Este dominio de Apple no deja de tener detractores ilustres. El creador de la Wikipedia, Jimmy Wales, aprovechó el acto de celebración de los 10 años de la enciclopedia colaborativa para cargar contra el carácter cerrado de la plataforma y la estricta política de aceptación de productos por parte de Apple para que puedan exponerse en su tienda virtual. "Para distribuir programas gratuitos y abiertos hay que conseguir la autorización de Apple, lo que resulta chocante y peligroso. La gente habla del problema de la neutralidad en la Red, pero hay que estudiar si esta política de aplicaciones es una amenaza para los sistemas abiertos".

Las restricciones de Apple y la vigilancia técnica que impone para autorizar nuevas aplicaciones no es comparable, por ejemplo, con la política de Google con el sistema operativo Android, enormemente abierto. Tanto, que los desarrolladores han manifestado sus quejas porque han de crear distintas versiones de una misma aplicación para Android ya que los fabricantes de teléfono crean su propia plataforma técnica y fragmentan un mercado que, en principio, debería ser homogéneo.

El fabricante del popular juego Angry Birds, por ejemplo, publicó la lista de teléfonos equipados con el sistema operativo de Google en los que su aplicación tiene problemas. Hay más de 15 y muchas marcas (como HTC, Samsung, LG o Motorola) tienen diferentes modelos con el mismo problema.

El año pasado se filtró en Internet el pliego de condiciones que impone la empresa a los desarrolladores para entrar en su tienda. No eran conocidas porque en el documento se prohíbe expresamente "cualquier declaración pública sobre el acuerdo, sus términos y condiciones o la relación de las partes sin obtener de Apple su aprobación previa por escrito". Incluso a organismos públicos.

La licencia también obliga a los desarrolladores a vender las aplicaciones creadas con el kit de desarrollo de la compañía exclusivamente en su tienda, prohibiendo incluso que aquellas que han sido rechazadas para la App Store sean comercializadas en otras plataformas.

Poco tiempo después, Apple publicó una guía sobre los criterios que sigue para admitir una aplicación. En ella advertía de que, con más de 250.000 aplicaciones en el catálogo, no necesitaba más "aplicaciones pedorras".

En un lenguaje muy coloquial, Apple explicaba: si la aplicación ha sido improvisada en pocos días o se ha hecho para impresionar a los amigos, "por favor, prepárate para su rechazo". Apple advertía de que rechazará cualquier contenido que cruce determinada línea. "¿Qué línea, se pregunta? Bueno, como la Corte Suprema de Justicia dijo una vez: 'Yo lo sé cuando lo veo", explica la guía. El propio Jobs dejó muy claro, por ejemplo, que la pornografía no tenía espacio en su tienda. Quien quiera pornografía, dijo, que compre un Android.

Apple asegura en el documento que mientras es más abierta en los contenidos de libros y canciones, supervisa los contenidos de las aplicaciones. "Si usted quiere criticar una religión, escriba un libro. Si quiere describir un acto sexual, escriba un libro, una canción o desarrolle una aplicación médica". "Puede ser más complicado", prosigue, "pero hemos decidido no permitir determinado tipo de contenidos en la App Store".

La aplicación de estos criterios ha provocado una chocante lista de episodios polémicos. Al margen de la gran batalla de Apple con el veto de aplicaciones de Adobe (creadora de Flash), el rechazo o aceptación de determinadas aplicaciones ha generado disputas de todo tipo. Desde campañas para conseguir -y se logró- que Apple retirara una aplicación que hacía campaña contra el matrimonio homosexual hasta los cambios que Apple obligó a introducir en la ficha técnica de una humilde aplicación porque citaba su próximo lanzamiento en Android.

De todos modos, el estricto control de Apple tiene una ventaja: más garantías sobre la fiabilidad de la aplicación. Tanto, que la empresa de seguridad Sophos ha recomendado a la red social Facebook que aplique un sistema similar de revisión previa de las aplicaciones para evitar la entrada en su red de programas maliciosos.

Pero estas polémicas no empañan el triunfo del ecosistema Apple, que no solo ha provocado la réplica de otros fabricantes, sino disputas legales. Microsoft ha presentado una demanda contra la marca App Store porque considera que la compañía de Steve Jobs ha registrado un concepto genérico para describir su particular fórmula de cibercomercio. En su argumentario, Microsoft cita frases el propio Job en las que habla de las "app stores" de la competencia.

ElPais